Giulio Iacchetti
Magis no es una fábrica, sino un monasterio. En este lugar se celebra el culto a la forma y al proyecto. La propia arquitectura no deja espacio a interpretaciones engañosas sobre el destino de uso real: las austeras cuatro alas de la construcción se recogen alrededor de un claustro central dedicado a la meditación sobre los errores proyectuales propios, o a la esperanza de que un producto sea aceptado en la colección. Son numerosos los diseñadores que se postulan solicitando ser admitidos, pero solo una reducida selección supera el examen del Abad (en la vida civil Eugenio Perazza), célebre por juzgar la autenticidad y el valor de una vocación en un abrir y cerrar de ojos. Los que se preguntan el motivo de tanta severidad pueden encontrar la respuesta visitando la sala capitular, donde se recogen todos los elementos de las colecciones Magis pasadas, presentes y futuras. La luminosidad que se propaga desde allí, y que proviene de una colección de objetos tan ejemplares y magistrales, nos hace entender inmediatamente que Magis es la vanguardia de la calidad, circundada por la barbarie de perezosas y apáticas producciones industriales; que su misión es preservar y transmitir el valor de la idea y de la investigación a un mundo productivo cada vez más volcado hacia la copia fácil, el exceso y el mal gusto.